domingo 9 de febrero de 2025
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5 Feb 2025

Dique La Angostura: lo inició el peronismo, lo inauguró Bussi y mantiene varias deudas pendientes

Desde los primeros proyectos se debatía sobre el destino de las tierras adyacentes al embalse, objeto hoy de presuntos actos de corrupción. A la presa se la pensó como un motor para el desarrollo agroindustrial del oeste tucumano, objetivo que quedó lejos de concretarse.

Es el 17 de noviembre de 1973. La cuenta regresiva en el reloj vital de Juan Domingo Perón se acelera, implacable. Morirá siete meses después. Amado Juri sabe que el Presidente no vendrá a Tucumán para acompañarlo, pero eso no lo impide mencionarlo una y otra vez durante la mañana plomiza, pero no lluviosa, del valle de Tafí. Hasta allí llegó el Gobernador para cumplir una promesa de campaña: la puesta en marcha de las obras para la construcción del dique en La Angostura. Y no sólo se trata de palabras: el propio Juri acciona el detonador y vuela un sector de la montaña.

La película salta al domingo 25 de septiembre de 1977. Esta vez el sol primaveral no falla. El interventor Antonio Bussi, de casco y ropa de fajina, corta la cinta y la obra ya es una realidad. El ministro del Interior, Albano Harguindeguy, comparte el protagonismo. Bussi despliega un mapa y explica los beneficios que La Angostura le aportará al oeste tucumano. Luego la comitiva se marcha y lo que queda, con el silencio como banda de sonido, es el dique, flamante y prometedor. Pronto cumplirá medio siglo.

Del escándalo derivado de la comercialización de lotes usurpados en El Mollar no puede escindirse a La Angostura ni a su compleja historia. De la construcción del dique se hablaba a fines de la década de 1940 y ya en esos planes embrionarios se planteaba el potencial destino de los terrenos adyacentes. Faltaron acuerdos y precisiones en ese sentido, traducido todo en una zona gris que habilitó maniobras de lo más oscuras a lo largo del tiempo.

La Angostura es más joven que Escaba y que El Cadillal, pero no viene envejeciendo plácidamente. De hecho, en 2010 entró en crisis debido a la falta de mantenimiento y fue necesario vaciar el embalse. Resultó un efecto más de la falta de planificación, mal endémico del valle de Tafí que llega al extremo de presuntos actos de corrupción como los que se investigan en El Mollar.

Construir el dique fue una decisión política que atravesó tres administraciones provinciales: la del interventor Oscar Sarrulle que activó el proceso licitatorio; la del gobernador Juri que adjudicó las obras y las puso en marcha; y la de otro interventor, Bussi, impulsor de la aceleración de los trabajos y, finalmente, quien inauguró La Angostura. Que el proyecto haya sobrevivido a las tempestades institucionales que castigaron a la Argentina en los 70 no dejó de ser un milagro. Pero contemplando lo ambicioso de la idea original está claro que mucho de eso quedó a mitad de camino.


A La Angostura se lo pensó como un motor energético que haría de su área de influencia un polo agroindustrial, llamado a atenuar el impacto del cierre de los ingenios -en especial del Santa Lucía y del San Ramón-. Serviría a la vez para reconvertir el valle de Tafí desde lo económico y lo social. Y estaba la pata del desarrollo turístico, claro. De esos objetivos, pocos vieron la luz.

Al plan lo elaboraron técnicos, principalmente de la empresa estatal Agua y Energía (AyEE), y se tituló “Aprovechamiento integral de la subcuenca del río Balderrama, cuenca Salí-Dulce”. El grupo de trabajo, integrado por los ingenieros Calixto Sal (h)Pedro ConradMatías Lobo (los tres de AyEE), Roberto LazarteEduardo Bensasson y Mario Angulo (representantes de la Provincia), presentó las conclusiones en junio de 1972. El interventor Sarrulle hizo oficial el proyecto.

Al año siguiente hubo elecciones y de la mano de Juri el peronismo volvió al poder en Tucumán. Asumió el 25 de mayo y el 7 de julio ratificó que la presa se construiría con fondos provinciales. A la licitación, concretada por Sarrulle una semana antes de transferir el mando, se habían presentado cinco firmas. Sollazzo Hermanos, oferente por un monto sensiblemente menor al presupuesto de base, fue la elegida con el compromiso de entregar la presa lista a fines de 1976. O sea, con miras a una hipotética inauguración a cargo del propio Juri, cuyo mandato debía concluir en mayo de 1977. Fechas y ambiciones que el golpe militar arrancó de cuajo.

De este entramado burocrático se ramifica una de las tantas subhistorias de La Angostura. Fue un pleito derivado en la demanda que Sollazzo le hizo al Estado provincial y que concluyó en la Corte varios años después.

“Esta obra la iniciamos con decidido coraje y con nuestros propios recursos. Dejo inaugurados los trabajos en nombre del general Perón y de su esposa, que es lo mismo que decir en nombre del gobierno del pueblo, que así comienza a cumplir lo que prometió. Esta obra jalona muy firme el camino a la liberación de la Patria”, sentenció Juri aquel noviembre del 73. Acto seguido, apretó el botón y la primera de muchas explosiones sacudió el valle de Tafí. Después, fiel a la liturgia peronista, se sirvió un asado criollo.

Nada que ver con el acto inaugural de septiembre del 77, decididamente marcial a partir del verde de los uniformes militares. Los mensajes fueron netamente técnicos, dominados por los números relacionados con el dique: 5.000 millones de pesos de costo, 2,25 millones de metros cúbicos de áridos removidos en el movimiento de suelos, 800 hectáreas de superficie del lago, 35,5 metros de altura de la presa. Algunas sonrisas, al fin distendidas, emergieron al momento de cortar la cinta.

La falta de mantenimiento generó la crisis de 2010 en La Angostura. En aquella oportunidad, el ingeniero civil Osvaldo Militello (autodeclarado “apasionado por los diques”), había enfatizado: “el proyecto original nunca se completó”. Los especialistas advierten que esta carencia de atención en la salud de las obras hidráulicas es una constante en muchos puntos de la Argentina. Se sabe que El Cadillal no escapó a esta constante.

En cuanto al área de influencia de la presa y las promesas para su desarrollo se impone un ejemplo. Data de 1996, cuando se anunció un plan de inversión turística (en teoría ya estaba en marcha) que incluía la construcción de un “Parque Cuaternario”. Allí, en una superficie de dos hectáreas, se erigirían un Museo Didáctico de Geología y Paleontología, un microcine y, atención, la reproducción de la vegetación de 10.000 años atrás, más la instalaciones de 16 esculturas a escala natural de los mamíferos que habitaron el valle en el pasado remoto.

Es una historia de poco más de cinco décadas, aunque pareciera que el tiempo transcurrido resultó mucho mayor. Y así como la vida de El Mollar no se explica ni se entiende sin la influencia del embalse, el destino del valle de Tafí está atado al complejo devenir de Tucumán. Por ejemplo, en lo referentes a visiones y proyectos que se truncan. O que se tergiversan. La Angostura, con su nacimiento tan simbólico y dicotómico, puede dar fe de eso. (La Gaceta)

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