miércoles 24 de septiembre de 2025
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17 Sep 2025 🔥 tendencia

¿Por qué se llama Yonopongo? Un informe histórico revela el verdadero origen

El nombre de la localidad monteriza se hizo famoso cuando un informe en redes enumeró localidades argentinas con denominaciones jocosas.

El paraje tucumano de Yonopongo, perteneciente a la comuna de León Rouges en Monteros, volvió a ser noticia luego de que un informe histórico aportara nuevas luces sobre el verdadero origen de su nombre. Lo que hasta hace poco se asociaba a anécdotas pintorescas y chascarrillos populares, hoy adquiere una dimensión ancestral ligada a los pueblos originarios y a documentos coloniales del siglo XVII.

Durante años, los lugareños compartieron dos relatos sobre el curioso nombre de su pueblo. La primera versión aludía a una reunión de vecinos convocada por autoridades para ceder tierras con el fin de ensanchar el cauce del río Pueblo Viejo y evitar inundaciones. Ante la consulta, todos respondieron: “Yo no pongo”, dando origen al topónimo. 

La segunda leyenda sostenía que, cuando se buscaba dar nombre al paraje, nadie proponía uno, repitiendo la misma frase: “Yo no pongo”. Estas explicaciones, repetidas con humor por los habitantes, incluso llamaban la atención de turistas, como los que en época del Rally Dakar se detenían a fotografiarse junto al cartel de ingreso.

Sin embargo, una investigación del historiador Sergio García, autor de “Toponimia de Chicligasta, Famaillá, Monteros y Simoca”, reveló que la denominación de Yonopongo es mucho más antigua. En 1605, un título de confirmación de merced de tierras firmado por el gobernador Francisco de Barraza y de Cárdenas ya mencionaba al “pueblo y asiento que llaman Yonopongo que está despoblado”, concedido a Doña Isabel de Leguisamo.

Años más tarde, el historiador Pablo Cabrera (1926) explicó que “pongo, pungo o puncu” significaba “puerta” o “entrada forzosa” en lengua quichua, usada por los pueblos originarios para designar pasos estratégicos en los que solían producirse invasiones o ataques. Así, Yonopongo habría sido un lugar de vigilancia, un sitio donde se erigían atalayas o mangrullos para prevenir los malones indígenas.En otras interpretaciones, “pongo” aludía también al sirviente encargado de custodiar una puerta, mientras que otra traducción combina “yono” (negro) y “punko” (puerta), dando como resultado “puerta negra”, posiblemente en referencia a un paso hacia los cerros.

La historia de Yonopongo está también ligada a los movimientos de tierras en la época colonial. En 1615, Juan Gutiérrez de Leguisamo vendió la estancia a su cuñado Antonio de Aragón, quien amplió la propiedad en varias direcciones. Tras su muerte, su esposa Ana de Leguisamo y sus hijos comenzaron a fraccionar las tierras, que con el paso de las décadas pasaron a manos de distintas familias: Molina, Soria, Bernio, Abregú, entre otros.En 1669, parte de esas tierras se transfirieron al Capitán Francisco de Leorraga, en terrenos que hoy corresponden en parte a la ciudad de Monteros. Para el siglo XVIII, los límites originales del “Paraje del Pongo” se habían diluido por sucesivas ventas y subdivisiones.

La difusión de estas investigaciones revaloriza la riqueza cultural e histórica de Yonopongo, un paraje cuya denominación, lejos de ser un mero juego de palabras, encierra siglos de tradiciones, luchas y transformaciones territoriales.Lo que alguna vez fue motivo de bromas se revela ahora como un legado toponímico indígena y colonial, que une el pasado ancestral con la identidad actual de Monteros y su gente.

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