viernes 3 de mayo de 2024
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26 Dic 2023

Juegos de la plaza: Durarán hasta que los destruyan

Una vez más, el uso y abuso del espacio público, en conflicto. De quién es la responsabilidad.

Solo la empatía permite sentir pena por el abuso y mal uso de algunos juegos en la plaza Bernabé Aráoz. Lo que se celebró como un avance en inclusión, pensando en el espacio público como un bien para disfrutar realmente para toda la comunidad, en la práctica se convirtió en otra cosa.

Ocurre que las intenciones y la comprensión de todo un paradigma, que llevó siglos en ser entendido y tomado como política de estado, como lo es la responsabilidad de los gobiernos en construir los espacios públicos para todas las personas, entre ellos plazas con juegos adaptados para niños y niñas con reducción de movilidad, aún requiere de algo más: de la formación de adultos sobres el tema. Solo aquellas familias con algún familiar con discapacidad o personas cercanas a ella, asimilan la importancia de contar en una plaza con juegos aptos ¿qué ocurre con el 99 % restante de la población?

"A un niño se le enseña y puede insistir en querer subirse 'al juego raro', 'a la hamaca grande', pero se vuelve a explicar, se cría desde la empatía, el respeto" indican a Monterizos, los lectores que presenciaron la situación captada en las fotografías, que otros lectores compartieron. Sin embargo ¿qué se hace con los adultos que deben ser ejemplo?

Los juegos de la plaza fueron contruidos respetando ciertas características, para resguardo de menores: son firmes, son seguros mientras se usen acorde a la función que tienen, y si bien, soportan mayor peso que el de un niño, eso no significa que hayan sido diseñado para el trajín cotidiano del peso de adultos.

El deseo de subir a un columpio, no tiene que ser un impedimento para un adulto mayor, por el mero hecho de ser un adulto mayor, "lo que se cuestiona aquí es que las personas que están subidas en esas hamacas, saben que el peso que tienen pueden dañar esos juegos. Ese es el punto: lo sabían de antemano", afirma una vecina, que también vio a al grupo de varones en el sector de juegos.

Y prosigue "es triste todo esto. Y también lo que le hacen al juego para silla de ruedas. Cada tarde, llegan a subirse hasta ocho chicos y el colmo es que son las mamás quienes los ayudan a acomodarse ¡para que suban más! No miden el daño a ese único juego que le brinda alegría a niños que no pueden, porque realmente no pueden disfrutar de todos los otros juegos que hay, ni tampoco consideran el peligro para esos mismos chicos, en el caso de romperse ¿a quién le echarán la culpa? Con los tapones de punta saldrán a criticar al gobierno de turno, pero ni por un segundo reflexionarán en que como adultos no previnieron la posible situación ¿En verdad quieren que sus hijos tengan que usar solo ese juego?".

Por un lado, la indignación de un grupo de vecinos que conscientes del más proceder de otros ciudadanos advierten la situación y buscan la denuncia pública. Del otro lado, la indiferencia, la que domina a la mayor cantidad de adultos monterizos, que lejos están de aportar a una sociedad segura y empática para todos ¿Qué se hace como comunidad frente al desinterés colectivo?

Lo seguro es que los juegos de la plaza, durarán hasta que los destruyan, ¿quiénes? La gente y decir la gente, involucra a todos y a nadie. Dónde queda la responsabilidad individual, al lado de todos los derechos individuales que se alientas en estos tiempos, dónde quedará la intervención del estado, cuando una ciudadanía sin cultura del cuidado del bien público, no quiere ese cuidado.

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