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12 Jul 2019

Nicanor, el niño que se supera cada día y ahora también hace goles

Si Nicanor se cae, Nicanor se levanta. Muchas veces se ha caído. Tantas como las que se ha levantado. Puede sonar a obviedad lo de caerse y levantarse, pero aquí, en la historia de Nicanor, no lo es. Lo cuenta Ana, su mamá: “Cuando se cae, el papá le dice: ‘Nicanor, levantate’. Y Nicanor se levanta. Desde los cuatro años que empezó a caminar, es así: si se cae, se levanta”.

Ana estaba embarazada de seis meses de Nicanor cuando le dijeron que su hijo, el hermano menor de Clementina y Augusto, iba a nacer con mielomeningocele: “Con la espina bífida, tiene poca sensibilidad en las piernas, camina con unas órtesis en las caderas y la ayuda de unos bastones canadienses en los brazos”, explica Ana, docente que dejó de trabajar para ocuparse del crack que cumplió 8 años el 21 de junio.

La dedicación de Ana fue absoluta desde que Nicanor nació en el Hospital Italiano de Buenos Aires por recomendación de la doctora Rossana Chahla: “Apenas nació se lo operó. Luego a los tres meses. En ese momento no sabíamos si iba a quedar inválido o no. Armé un equipo de especialistas y empezamos con mucha rehabilitación, kinesiología y terapia ocupacional”.

El kinesiólogo Federico, la terapeuta Rosi Rodríguez, la acompañante terapéutica Analisa, quien era la empleada doméstica de la familia y aprendió la carrera para cuidar a Nicanor, son solamente algunas de las personas que han ayudado al pequeño a superarse cada día. Pero había algo más que Nicanor necesitaba: desafiarse a sí mismo, probarse con otros chicos, nadar o andar en tricicleta: “Rosi lo incita a competir con Toni Quesada. Y ahí le tomó el gusto al deporte”.

Si bien la tradición de la familia De Chazal está marcada por el rugby, a Nicanor siempre le llamó la atención el fútbol: “Tuti, su hermano, le enseñó a jugar a la Play y desde ese día no se detuvo más. Con el Mundial pasado le empecé a comprar las figuritas, llenamos el álbum, se aprendió dónde juega cada jugador, tiene un juego de realidad virtual, pero quería más”.

Augusto, Tuti, el hermano de 12 años de Nicanor, juega en las inferiores de Atlético: “Por iniciativa de él, llevó a Nicanor a jugar. ‘Dale, juguemos al fútbol, vení, jugá’, le insistía. Y fue a jugar con los chicos de la escuelita Yo Claudio. Ahí,  jugando con chicos que no tienen problemas físicos, apareció la personalidad que tiene Nicanor. Siempre me dijo:‘Yo puedo, ¿qué tengo yo, mamá?' Él no siente que tiene un problema. Se banca todo”.
Y antes de que se ponga la camiseta número 11 de Tuti, su hermano, Ana revela cómo ha crecido y sigue creciendo Nicanor, cómo enfrenta la familia un tema tan doloroso para otras familias: “Hay veces que Nicanor no quiere ir a la escuela: ‘Ay, mamá, estoy cansado’, me dice. Acá nadie se rebela. Le decimos: ‘Vos has nacido con esta dificultad, si querés triunfar tenés que trabajar’. A veces veo niños discapacitados que miran para abajo, tímidos, que quizás les hicieron creer que no pueden. Nicanor no, él mira para arriba, tiene una personalidad tremenda. Sabe no hay que ser vago. No es un niño que da lástima. Y si alguien se lo hace sentir, le dice: ‘¿A quién le decís pobrecito?’”

Con ese ímpetu, Nicanor entra a la cancha: como Messi rodeado de rivales, se anima y encara a los rivales, le pega a la pelota, también la liga algún rival, no quiere concesiones, es uno más y bajo el sol de las mañanas de los sábados se lleva la mirada de Ina Casanova, la prestigiosa fotógrafa tucumana y mamá de un compañerito de Nicanor quien lo retrata y le dedica unas palabras: “Él es Nicanor, el dueño de la mitad de la cancha y de los corazones que lo vieron el sábado. Gracias, Nica”.

Son los triunfos de un niño de 8 años que cuando habla dice lo que piensa y, en palabras de su mamá, dice siempre la palabra justa: “Tiene una sensibilidad que genera en cada paso que da. Yo lo veo y me dan ganas de abrazarlo. Es otro tipo de hijo. Son especiales en todos los sentidos. Es entrador, cuando la gente nos ve, él les responde: ‘Muchas gracias, muy amable de su parte’. Se los mete en el bolsillo. Es un orgullo de mamá que me agarra muchas veces. En cada carrera con tricicleta, o en los torneos de fútbol. Siempre lloro, y siempre le doy las gracias a Dios porque Nicanor sea parte de mi vida, cuando se cae, y cuando se levanta”.

Fuente: El Tucumano

Nicanor encara a los rivales en la escuelita Yo Claudio. Le fascina el fútbol.

Con los profes y todos sus compañeritos.

Nicanor con su familia: su hermana Clementina, su hermano Tuti, mamá Ana y papá Augusto.

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