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22 Jun 2017

El nene que cayó de un 9° piso, se repone y hace dibujos en el hospital

[vc_row][vc_column][vc_column_text]00579629wpAntes de que Martín cayera nueve pisos, su madre tuvo un sueño que le hace pensar que un ángel evitó que el pequeño muriera. El niño de tres años ya dibuja y ríe. Hoy le quitarían el respirador. A su alrededor, otros niños comenzaron a mejorar.

El pequeño Martín Chaín Núñez, de tres años, había sobrevivido a una caída de más de nueve pisos y había soportado la cirugía de urgencia que le hicieron. Uno de los cirujanos que estuvo en el quirófano se acercó a los padres e intentó darles una explicación, pero no la encontró en los cientos de libros que leyó en la universidad: “a su hijo lo trajo un ángel”, admitió. La madre del pequeño, Florencia Núñez, no sólo está convencida de que esto es cierto; además, dice que sabe quién es el protector que guió esa caída.

“Una semana antes del accidente, soñé a mi abuelo, que había fallecido dos meses antes. Él tenía adoración por mi hijo. Antes de morir, quería arrancarse las intravenosas para ir a verlo. En el sueño, mi abuelo me decía que le encantaba mi departamento, pero que le daba miedo el balcón. Sin embargo, después me dijo que no me preocupara, porque él siempre lo iba a cuidar. En el sueño, lo despertaba a mi hijo, lo abrazaba y lloraba. Me decía ‘¿sabés cómo lo extrañaba yo a este chiquito?’. Pensé que lo había soñado porque estaba triste, pero ahora no puedo evitar pensar que hay algo más. Siempre fui creyente, pero ahora más”, juró la joven madre, que tiene 22 años. Hoy se cumplen 15 días de la caída, y está previsto que los médicos le terminen de retirar la asistencia respiratoria.

-¿Cómo fue el accidente?

- Era el mediodía. Yo estaba trabajando. Mi marido (Máximo Chaín Pérez, de 25 años) y Martín siempre iban a comer a la casa de mis suegros, pero ese día mi hijo quería quedarse con su perrita de dos meses, a la que le dice “mi bebé”. Máximo lo empezó a buscar, porque Martín a veces se esconde, pero lo único que vio fue una zapatilla en el balcón, que se le salió cuando cayó. No sé si se trepó, porque su cabeza da al borde de la baranda. Pero él tiene fuerza y creo que balanceó su peso ahí.

-¿Qué ocurrió después?

- Máximo se asomó una vez y lo vio quieto. No sé por qué, después se volvió a asomar y ahí lo vio moverse. Mientras bajaba llamó a mi papá y me envió un mensaje. A mí se me cayó el teléfono de la mano. Recuerdo lapsos de ese día; me acuerdo de llamar a mi mamá y que ella me dijera que el nene lloraba, que la miraba. Era imposible. Todos los médicos, antes de darnos el diagnóstico, nos decían “no sé cómo tu hijo está vivo”.

El segundo milagro

Si caer de más de nueve pisos -quedó tirado en el subsuelo- ya era un milagro, lo que vio Máximo al llegar al lado de su hijo lo dejó sin palabras. Había caído sobre tierra húmeda. A cada uno de sus costados, a pocos centímetros, tenía pilas de escombros. El niño tenía apenas un rasguño en la espalda; no se quebró ni siquiera un hueso. “No hay nada que amortiguara la caída. Si los médicos no lo pueden explicar, mucho menos podría hacerlo yo”, dijo ella.

-¿Cuál era el cuadro?

- Tuvo un traumatismo en los pulmones; no estaban muy dañados pero sí comprometidos. Le pusieron drenajes en los dos hasta que dejó de salir líquido. También lo dejaron en coma farmacológico; pero se despertaba cada vez que le cantábamos una canción de la Virgen.

-¿Sabe lo que le pasó?

- Todavía no hablamos sobre por qué está acá. Tampoco pregunta, pero a veces se despierta llorando, con miedo. Imagino que habrá que tratarlo con psicólogos. Todos vamos a tener que buscar ayuda profesional; nosotros no dormimos bien aún.

-¿Les sorprendió la repercusión del caso?

-Me sorprendió mucho la cantidad de gente que te desea el bien sin conocerte. El otro día vino una señora de 85 años que lo quería conocer porque rezaba por él. Gente de otros países se comunicaba por las redes sociales. En Alemania, amigos de la familia hicieron un altar. Incluso gente de otras religiones, porque la cuestión es tener buen corazón: se puede creer en la naturaleza, Dios, Alá, Buda, Yavé, pero mientras le desees el bien a alguien, eso llega. Si uno no lo experimenta, no lo cree, pero es real. De todos modos, no me importa que nadie lo ponga en duda. Estando acá conocí a gente que necesita mucho creer en algo. Que me haya pasado, significa que a cualquiera le pueda pasar. Si hablo de esto es para que la gente pueda tener fe.

El tercer milagro

Los padres de otros niños les dijeron a Florencia y a Máximo que les daba gusto que Martín estuviera ahí, porque les parecía que había un ángel en la sala. La pareja, hace una semana, invitó a orar a otros padres y sucedió otro milagro.

“Había gente a la que le habían dicho que fueran trayendo ropa porque el corazón de su hijo no iba a resistir y el bebé comenzó a mejorar. Y no fue el único”, se alegró ella.

Fuente: La Gaceta[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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